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Faro en las calles

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"Desobediencia", el pecado de ser libres
“And all we have, in the end, are the choices we make.”― Naomi Alderman, Disobedience
“And all we have, in the end, are the choices we make.” ― Naomi Alderman, Disobedience
Reseña por Jimena COLUNGA GASCÓN

Yo no tengo un sólo problema con Dios, lo tengo con sus clubs de fans en la tierra. La idea de creer en una fuerza superior que contribuye a la magia de la vida, al poder de la humanidad, no sólo me parece necesaria sino verdadera, sin embargo, las religiones son otra cosa, son y han sido mecanismos de control desde tiempos inmemorables para conseguir un objetivo planteado por otros seres humanos encaminado, regularmente, al poder.

Las religiones dictan el comportamiento de ciertas y cuales sociedades y responde a la necesidad de mantener "el orden". La sexualidad es de esas características de la humanidad bastante "conflictiva" para algunos propósitos, de manera que un código de comportamiento al respecto se ha considerado "necesario" en la mayor parte de los planteamientos religiosos.En muchos tipos de iglesia, la fe resulta en una especie de hechizo castrador con el que hombres y mujeres deben limitar el sexo a sus casas con sus respectivas parejas. Siendo tan placentera la experiencia sexual con apertura, es muy triste ver estas urgencias reprimidas.

"Disobedience" es una adaptación de la novela original de Naomi Alderman, escrita y dirigida por el chileno Sebastián Lelio, a quien conocemos por haber ganado el Oscar con Una mujer fantástica. No sólo habla de la sexualidad reprimida sino del significado de otros valores como el amor o la libertad. Ronit (Rachel Weisz) es una fotógrafa inglesa, nacida en una comunidad judía ortodoxa siendo la hija nada más que del respetado rabino, quien abandona Nueva York cuando se entera de la muerte de su padre. Después de haber desaparecido intempestivamente de su pueblito natal, vuelve a encontrarse con el pasado, su pasado, del que ya no forma parte hace un largo tiempo. Liberada, autosuficiente y nada ortodoxa, Ronit se enfrenta a las habladurías, al desprestigio, al rechazo de las personas con las que creció y eso es sólo el principio de la historia. Dovid (Alessandro Nivola), primo de Ronit, es el potencial y exitoso sucesor del fallecido rabino y está casado con Esti (Rachel McAdams), amiga de la infancia y (cha, chán), ex amante adolescente de Ronit. El re-encuentro de ambas mujeres adultas enciende esa chispa apagada entre las dos y pone el mundo de todos de cabeza.

Además de explorar suficientemente los hábitos y costumbres de las comunidades judías ortodoxas, este triángulo amoroso consigue una emoción in crescendo en donde no se puede evitar empatizar con todos los personajes: por un lado, Ronit pierde una gran e importante parte de su vida con la muerte de su padre; por el otro, Esti vuelve a ver a su más grande y profundo amor y en la tercera, Dovid, respetado miembro de la comunidad, lidia con las consecuencias del nuevo romance pero, además, con sus propios conflictos a partir del cuestionamiento de su propia fe.

Hay varios lugares donde cada quien somos los rechazados, los raritos, los “outcasts” pero si este lugar es el mismo en donde se crece, se convierte en una experiencia terriblemente dolorosa. Ronit padece este choque al asistir al funeral del rabino donde claramente no es bienvenida: se le juzga, se cuchichea con su presencia. “May you live a long life”, recibe de todos quienes la encuentran, no se sabe si es una forma judía de desear bien y despedirse o una manera educada de correr a la gente cuando sobra.Es de esas películas que dejan todo el espacio a la suposición. 

Es arriesgado este tratamiento del guión porque no se puede estar seguro de que la apuesta o la suposición sea correcta y al final, el espectador no entienda lo que sucede. Sin embargo, este no es el caso. Este conflicto no es nuevo y lo hemos observado, seguramente, en incontables ocasiones a lo largo de nuestra vida amorosa, por eso, tenemos las suficientes herramientas para no sólo seguir el hilo de la película sino, de alguna manera, participar en ella, es como si nos estuvieran contando un buen chisme.

El panorama de esta realidad, aunque intrigante, es francamente gris y desalentadora, como gran parte de la fotografía bellamente lograda por Danny Cohen (Los Miserables, 2012): la modestia es uno de los valores mayormente impregnados en la comunidad, de manera que hay que cubrirse el cabello con pelucas, limitarse a ciertos círculos de interacción humana, abstenerse de comportamientos emocionantes y erráticos y, por supuesto, la práctica del sexo modesto, ese que sólo se tiene con la pareja en casa. El juicio familiar acosa a estos personajes todo el tiempo: cásate, ten hijos.

El punto más álgido de la película es cuando el romance entre Ronit y Esti se descubre. El tratamiento de esta anécdota es particularmente interesante ya que, al ser tan simple, genera un impacto distinto en el espectador: la pareja es sorprendida por unos vecinos mientras se besan en un rincón obscuro de un parque, y estos metiches no tardan nada en hacerlo público para toda la comunidad. Mientras las Rachels están averiguando si su relación funciona, los días de Dovid se convierten en un infierno.

Dovid es uno de los mejores personajes de la película. Siendo el más ortodoxo de los ortodoxos, sucesor del rabino y estricto promotor de los valores de la comunidad, en ningún momento es un tirano, es decir, no es el cliché de un personaje religioso como hemos visto en otras historias: es antes que todo un ser humano entrando en conflicto con todo lo que cree, impulsado, también, por el amor profesado a estas dos mujeres, su prima y su esposa, a quienes conoce de toda la vida. Entonces, ¿cómo ese amor entre dos personas que ama puede estar mal? Por supuesto que intentará “arreglar el problema”, sin embargo, nuevas voces en su interior, relacionadas mucho más íntimamente con su fe, comienzan a ser escuchadas. Derrotado, abatido, en conflicto, pero, también iluminado, en un solo discurso resume la esencia de la película.

Un aspecto técnico particularmente bello de la película es el diseño sonoro. No hay ninguna otra pieza en el soundtrack además de “I will always love you”, de The Cure, el resto, son acentos musicales con bellísimos cantos judíos en muchos momentos diegéticos, mismos que abren otra breve ventana para la apreciación de una cultura diferente.

Me gustan estas historias de actores y actrices muy comerciales que con el paso de los años se vuelven simplemente buenos intérpretes. Me parece que es el caso de Rachel McAdams quien después de haberse hecho un nombre con obras maestras (not) como Mean Girls y The Notebook, ha elegido papeles con ciertas particularidades y retos actorales hasta llegar a esta película. Sin una belleza muy comercial, en esta ocasión consigue explorar las profundidades y complejidades de esta mujer en absoluta crisis existencial, negándose a ella misma todos los días. El reconocimiento en esta ocasión va directo hacia ella, ya que, de Rachel Weisz, tenemos años viendo apariciones más allá de interesantes.

Mención honorífica merece la magnífica escena sexual entre ambas mujeres, que, además de ser absolutamente cachonda, invita al espectador a conectarse con la emoción de dos personas enamoradas una de la otra toda la vida y de la maravilla de tener orgasmos de verdad con quien se quiere de verdad. Porque sin afecto es difícil llamar a la verdadera pasión.La desobediencia, en el contexto de la cosmovisión judeo-cristiana, es el pecado original, es eso por lo que Dios castigó a Eva por siempre y para siempre, por haberse comido esa insignificante manzana que no debía. 

Esta película habla sobre la desobediencia a la religión, al padre, al marido, a la comunidad, a veces, hasta a uno mismo, pero, tal vez, desobedeciendo es donde podemos encontrar la naturaleza más auténtica de nuestros seres. ¿Tener fe está directamente contrariado con las libertades y felicidades humanas? Al final, el verdadero entendimiento del verdadero amor, es la libertad.

Disobedience” es la película con la que Cinépolis hace el relanzamiento de su concepto Sala de Arte, que busca programar películas mayoritariamente extranjeras, de autor, reconocidas en festivales internacionales, entre otros criterios, para satisfacer a un público que, aunque mucho menor, es ávido y fiel seguidor de este tipo de contenido. En conferencia de prensa, el Director de Programación de Cinépolis, Miguel Rivera, se refirió a ella como “un ejemplo de lo que buscamos en Sala de Arte”. Definir qué es cine de arte y qué no es cine de arte es complejo, sin embargo, tomando en cuenta el ejemplo del dueño del changarro, Disobedience consigue el tipo de equilibrio que los exhibidores buscan hasta para sus “salas de arte”: un nivel superior de estética y narrativa, pero, aun así, dirigida a un público amplio y con lenguaje universal. 

 Y sí, si lo que usted busca es una experiencia enriquecedora y al mismo tiempo entretenida, esta es la película. Búsquela en su cartelera (no tan) comercial.

DISOBEDIENCE | Official Trailer | In theaters April 27

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