Por: @luck_sky100
Sin duda, las siguientes palabras son muy delicadas, ya que para comparar, definir o criticar, se debe ser lo más neutro posible, pero para resumirte la reseña, Primus es de las últimas joyas del rock vivientes.
Entre acordes sucios y una delicada coordinación de fade in y fade out entre rolas, un grupo que sigue queriendo hacer las cosas tradicionalmente; Primus no tiene ni respeto por sí mismos, en una noche disque dedicada al “Desaturating Seven”, no se presentó el Ep de 7 tracks en su totalidad, coincidentemente, este 2019 se cumplen 20 años de su “Antipop”, disco menos popular de los fans pero con una gran historia entre la escena y aparentemente, olvidado para ellos. No les importó las reacciones del público, o rememorarse a viajar por el tiempo, simplemente tenían un objetivo en mente, que mientras tocaran como a ellos les gusta, era más que suficiente para sentirse satisfechos, no usaré la palabra “anarquistas”, simplemente hacen lo que quieren, cuando quieren y con quien quieran, estilo ególatra del verdadero rock, en un mundo cuando el siglo XX parecía transformarse más al hip-hop y robots de oficina, Primus retomó tu ira, tu desesperación, tu alegría, el júbilo que sientes con tu chica después de unos besos, la divergencia de sentirte único, con el sencillo “Too Many Puppies”. Un grupo que al tocar las escalas que representan su propio himno nacional, y escuchar abucheos del público, se ríen y cambian a los acordes de la cucaracha, con esos huevos se paran en un escenario, los motivos, no sabemos, pero el profesionalismo y el respeto, lo hubo.
Para ser un lugar que le caben aproximadamente 3,500 personas, le gente de hoy no comprende el nivel musical ni emocional que es ver a estos californeanos en vivo, estamos viviendo en las generaciones donde el “rock puro” tiene que desaparecer, los grandes nombres de festivales empiezan a jubilarse para dar paso al indie, pop, regaetón, y simplemente, nos quejamos, sin embargo, ignoramos a las pequeñas joyas más mainstream´s entre el underground para sentirnos catadores de música y apoyar otra banda comercialmente factible. A lo que voy, no fue Sould Out pero el suelo vibró como si fuera un festival encerrado en 800 m2. Al igual que muchas cosas, hay defectos, me puedo quejar del poco interés visual, cualquiera puede poner de fondo sus propios vídeos y enseñarlos al público, escasa utilería, luces más opacas que los focos de los parques públicos, simplemente, pasaron desapercibidos al ser Primus, ignoras el fondo para poner atención a la música; entre los vídeos, sabrán que no es un acto meramente puro o similar al que se hace en el teatro, un intermedio para fans no tan hípsters pero si clásicos, exhibiendo cortometrajes de Popeye el Marino en su idioma original de 1970, un deleite extravagante de cualquier concierto, y quizás, el único que hayas visto.
Más de dos horas de show, fueron el resultado de salir diciendo cada extravaganza, como los comentarios de “si no fuera porque los mismo Pink Floyds se mataron solos, diría que son mejor que ellos”, o “valieron la pena en Cumbre Tajín abriéndoles a Tool, por eso no me arrepentí”. Quien fue no podrá negar que más que satisfactorio, la noche del sábado pasado, vivimos lo que pocas veces se recordará, sin necesidad de un vaso conmemorativo, o un foro sol, Coca Cola Tv haciéndonos creer que es un concierto de “Rock”, nuestra psicodelia, el trance que nos forjamos con un churro (porque obviamente los hubo), y el tenis con la suela rota de tanto brincar y ser pisado, nos dice que “truly a wonder of nature this urban predator”.