Porque la diversidad nos acerca más a un mundo de paciencia y tolerancia, donde posiblemente, nadie tenga miedo de exhibirse en público, donde las escuelas den verdaderas clases de sexualidad y la palabra puto sea un “qué mal pedo wey”.

En esta edición de la 41* Marcha del Orgullo LGBTTIQ, esperamos más que una tradición de marchar toda Reforma, esperábamos el poder colectivo y la concientización grupal que ha caracterizado las exigencias de la generación más liberal que ha presentado la historia; abuelas o amas de casa sin sorpresas en sus rostros, más bien, de simpatía y de comprensión. Charros o vaqueros quitando el estereotipo macho mexicano al cabalgar y regalando besos a todo aquel que se atreviera. Y por supuesto, las Drags tan espléndidas como ellas.

Una inclusión obligatorias hoy en día para las marcas, como lo fue el caso de OCESA, Doritos y Netflix, trayendo personalidades con la simpatía del movimiento y sacando su momento de diversión y fashonismo en sus respectivos carros alegóricos. Algo que personalmente me encantó de este año, fue la convivencia estilo regio en la marcha, con una chela en la mano, pasan muchas cosas, entre cambios por besos, hasta el famoso “me pasas tu whats”.

Cada último sábado del mes de Junio, en México se hace un llamado ahora no tanto a la exigencia de derechos (porque se están consiguiendo en su mayoría), sino de una unificación social más allá de la idea de coexistir. No es necesario ser gay, lesbiana o drag, es una inclusión y una fiesta que simplemente, lo sexual queda como segundo término. Porque estamos aprendiendo a incluir y no separarnos, como humanos es válido experimentar y salir a las calles sin el temor de ser acosado o fastidiado. Una comunidad que crece no en el sentido de cantidad, sino de ideología y respeto.

Por más acciones colectivas que traigan amistad, amor y pasión, y menos mensajes de odios. 

 #Pride2019