Faro en las calles
“La desaparición de las luciérnagas” o “La re-aparición de las únicas y diferentes”
“Ya no es 1960, madrina. Hoy los chavos tratan de no pensar en el futuro.” - Leonie, La desaparición de las luciérnagas
Texto: Jimena Colunga Gascón
El concepto del “Efecto Mariposa” inscrito dentro de la Teoría del Caos, dice, en términos sencillos, que una pequeña acción en un espacio-tiempo específicos podría repercutir enormemente a corto, mediano o largo plazo en un espacio-tiempo similar, o, aplicándolo al mundo cotidiano, lo que hacemos cada día de nuestras vidas podría tener un efecto mayúsculo en un tiempo, por lo tanto, es necesario prestar atención a cada una de nuestras pequeñas acciones para mantener el orden y no generar caos, o… ¿al revés?
Lo cierto es que, por lo menos, cada una de nuestras acciones tienen consecuencias positivas o negativas a lo largo de nuestro tiempo y, por ejemplo, la buena o mala actitud presentada ante nuestros días, condiciona grandemente las situaciones que nos va a tocar experimentar.
“La desaparición de las luciérnagas” es una película sobre cómo tenemos el poder de transformarlo o destruirlo todo dependiendo de nuestras acciones y actitudes. Como parte de la Semana de Cine Canadiense en Cinépolis, replicando el exitoso modelo del Tour de Cine Francés, esta tercera película de Sébastien Pilote también nos da información valiosa sobre el status actual de la cinematografía de ese país y no sé si es promisorio o chocante.
La cinta, que bien puedo haber sido producto del Sundance (y no lo decimos como halago), habla sobre Leónie, una típica adolescente enojada con todo y con todos en un ambiente familiar poco favorable donde su madre, divorciada de su padre y vuelta a casar con una celebridad de la radio en Quebec, ejerce la presión paterna “natural” del último año de la preparatoria de su hija y el muy común “¿Qué vas a hacer con tu vida?”.Leónie culpa directamente a su padrastro de la partida de su padre a otra ciudad a partir de un conflicto sindical en una fábrica y considera que todos le deben pagar por ello. El día de su cumpleaños conoce a Steve, un músico mediocre viviendo todavía con su madre pero muy, muy talentoso y mucho mayor que ella y entablarán una amistad durante ese verano antes de finalizar las clases.
El tema con estas películas adolescentes “indies” es la insistencia sobre el ya cansado estereotipo de las “únicas y diferentes”, morritas más bien tendientes a dramatizarlo todo internamente y actuar con una sospechosa y pre-fabricada “desfachatez” o “falta de vergüenza” en un sentido “alternativo”. La verdad es que personajes del tipo abundan y sus conflictos no suponen un nivel de gravedad superior más allá del “búbú, mis papás se divorciaron”.Leónie comienza siendo una “tomboy” regular, irreverente, cínica y desorientada con su consiguiente desmadre de existencia. Su ansiosa madre tiene exigencias y expectativas muy específicas sobre su hija, por ejemplo, el uso del maquillaje como un sinónimo de “verse bien”, de “arreglarse”. Ese verano, además de conseguirse un trabajo de medio tiempo en un campo deportivo, tomará clases de guitarra con el Steve, combinando sus dos profundas soledades en una convivencia que, evidentemente, se antoja muy sexual, sin embargo, no lo es, aunque hubiera sido mucho más interesante.
Con Steve, una especie de despertar al amor le sucede a Leónie, debatiéndose entre el amor, el no amor y el miedo al amor. Lo cierto es que nadie puede estar solo. Conforme va cambiando su entorno, sus propias acciones y sus propias actitudes comienzan a favorecer al mundo entero: se siente más segura, le va mejor en la escuela, tiene mejor disposición para todo y hasta se emociona por la visita de su padre a la ciudad.La metáfora del título de la película es narrada, curiosamente, por el horror de personaje que es el padrastro de Leónie: en el pueblo, antes se veían las luciérnagas hasta que un buen día ya no. ¿A dónde habían ido las luciérnagas? Nadie sabía, sin embargo, es muy probable que su ausencia se debiera a un cúmulo de malas acciones tomadas por la misma comunidad.
Parece que todo se le va componiendo a Leónie, incluso tiene fuerza para ayudar al propio Steve con sus frustraciones, alentarlo y motivarlo y dejarle muy claro el carácter no romántico de su relación. La bomba revienta cuando su mordaz padrastro le revela la verdadera razón para la ausencia del padre y es un tema de violencia doméstica donde la madre resultó golpeada. Ahí se le acaba el mundo entero y lo estropea todo. Es, de hecho, muy adolescente destruirlo todo cuando las cosas no andan bien. Mientras se vuelve a encontrar a sí misma, rompe cada una de las cosas positivas en su vida. Volverá a Steve cuando la madre de este muera y se compruebe de esta forma su verdadero vínculo y propósito en la existencia del otro.
Hay varias cosas aprendidas de la historia: la apatía viene precisamente de no tener nada qué hacer. Cuando la gente tiene intereses y experiencias nuevas, todo cambia, por lo tanto, es necesario ocuparse. Una vez logrado esto, uno empieza a ayudarse y a ayudar a los demás.
A pesar de no ser un personaje muy empático, hay elementos gratamente desarrollados en la película y el mejor de ellos es la música. Compuesto por Phillipe Brault, el score es de los más clásicos de cuentos de hadas: cuerdas, campanillas, orquesta, y el efecto de contraste con la narrativa visual fortalece el subtexto del mismo. Por otro lado, tiene muchos momentos muy rockeros e incluso incluyen bandas canadienses como Rush o Arcade Fire dentro del soundtrack. Las partes interpretadas por Steve, el músico, son brillantes ejecuciones tanto de guitarra clásica como de guitarra eléctrica, por ejemplo, en un concierto a solas en el campo deportivo organizado por Leónie. Como la música también es fundamental para los adolescentes, varios momentos relevantes suceden en este contexto: las clases, un toquín, espacios públicos con música.
El resto de los aspectos técnicos no son muy relevantes y sí alusivos a otras películas del género como “Juno” o “Lady Bird”, estableciendo así lo que probablemente sea “el indie” en el cine como es en la música. “Indie” es una forma de hacer, no un género estético, sin embargo, los proyectos relacionados a esa forma de hacer tienen tantos elementos en común que van desarrollando un lenguaje propio.
Al final, más allá de la banalidad de la anécdota, consiste en la reflexión sobre el nivel de ensimismamiento y egoísmo en el que estamos mayoritariamente metidos, ignorando las posibilidades de mejorar nuestros días y el entorno a través de la bondad, la empatía y la interacción con otras personas. Probablemente todos tenemos el poder de generar nuestro propio Efecto Mariposa o traer a las luciérnagas de regreso. La Semana del Cine Canadiense en Cinépolis sucederá del 29 al 11 de abril en el concepto Sala de Arte de Cinépolis y los cines alternativos que ya conocemos y queremos en CDMX.
Tráiler "La desaparición de las Luciérnagas" de Sébastian Pilote
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