Redes sociales

Faro en las calles

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“Los Adioses” o La aventura adolescente de Rosario Castellanos
Ella no. Y era más que plenitud su ausencia y era más que esponsales y era más que semilla en que madura el tiempo: esperanza o nostalgia.- Rosario Castellanos
Ella no. Y era más que plenitud su ausencia y era más que esponsales y era más que semilla en que madura el tiempo: esperanza o nostalgia. - Rosario Castellanos

Reseña por: Jimena Colunga Gascón

Tengo en la lista tantos amores echados a perder que podría considerarme una autoridad en ello. Entre esos hay un puñado de amores adolescentes, platónicos, que pasando el tiempo tuvieron la oportunidad de concretarse y madurar. El fracaso de estos duele un poquito más porque se les agrega una pizca de espera, de nostalgia, de muchas escenas imaginarias evidentemente muertas antes de nacer.
Rosario Castellanos tuvo un amor adolescente y se casó con él. Ricardo Guerra fue un filósofo, escritor y académico de la UNAM quien flechó a una muy tierna edad a la más grande escritora chiapaneca de todos los tiempos. Su historia se cuenta en “Los Adioses”, película mexicana, dirigida por Natalia Beristáin, que se estrena este fin de semana a través de Cinépolis Distribución.
A mí me parece que siempre he sabido de la existencia de Rosario Castellanos, no solamente como una asignatura de la escuela sino como parte importante del imaginario social de este país. Se le respira junto a otros nombres de mujeres escritoras como Gabriela Mistral, Elena Garro, Ángeles Mastretta, Elena Poniatowska, entre otras de épocas antiguas y tiempos modernos. Se le conoce también en la Ciudad de México (y Área Metropolitana) por haber sido académica destacada de la UNAM. En el marco de su ya trascendente literatura, Los Adioses no es una película biográfica sobre la autora sino una especie de portal en el que se va a escudriñar su vida personal, la vida romántica que tuviera con Ricardo.
Frecuentemente, a los seguidores de creadores consagrados, se nos olvida la calidad de seres humanos que nos envuelve antes de cualquier otra condición de vida conseguida a través del trabajo y del talento. Las revistas de chismes y, ahora, las redes sociales, nos dejan ver fotos o videos de las parejas de tal y cual, construyendo la fantasía de conocerlos, como si fueran nuestros amigos. Sin embargo, todas estas personas bajo del yugo de las luces y los lentes, cuando regresan a su casa de noche tienen las mismas emociones, padecimientos y complicaciones que cualquiera de nosotros. Esto explora esta película.
El guión plantea una narrativa paralela entre la tierna adolescencia de los protagonistas, la época en la que se conocen, y la adultez, ya un poco tardía, en la que después de una terrible brecha de distancia y de tiempo, se vuelven a encontrar para estar juntos. La mezcla entre el candor juvenil, a piel abierta, y el mismo espíritu, en cuerpos maduros, le da al espectador una experiencia chispeante. María Reneé Prudencio (a quien recordamos como actriz en Mirada de Mujer pero que ha construido una importantecarrera como guionista) y Javier Peñalosa (Juana Inés, Güeros), recibieron la tarea, así, por encargo, de transformar en una obra literaria cinematográfica una serie de cartas entre “Chayo” y Ricardo, que hablan no sólo del romance sino de los puntos bajos que cualquier relación de pareja tiene, excepto que esta no puede ser una relación normal.
Como en el relato de Big Eyes (Tim Burton, 2015), una vez asimiladas las sustancias químicas del enamoramiento, el marido se siente francamente celoso del poder creativo de su esposa. Y, enloquece. Muerto de envidia, arrogante y egoísta, se coloca automáticamente a la sombra de Rosario y desde ese lugar de obscuridad intentará controlarla y hacerle pesados los días. Es difícil ver en pantalla un amor apasionado trastornarse en miles de pedazos furibundos, sin embargo, ¿no es, casi siempre, así en la realidad?
Además de que el guión es permanentemente consistente, tiene grandes líneas: “Por eso te sientes sola, porque sólo sabes estar en tu cabeza” (Ricardo a Rosario), “Toma, vete a tomar un café a otra parte, yo te lo invito” (Rosario a Ricardo), “Tu problema siempre: sientes mucho todo” (el primo de Rosario a Rosario en su adolescencia), “No doy por vivido sino lo redactado” (para ella misma), “Fuimos a ver a la Mistral y nos dijo que si queremos escribir tenemos que renunciar a todo” (ella a Ricardo en su adolescencia, frase que marcaría gran parte del conflicto de la vida de Rosario) en escenas de largo aliento cuyo grado de dificultad implican desarrollar varios recursos para que sean ricas y robustas, con movimiento para el espectador.
En fotografía tienen dos momentos visuales muy claros: la tierna juventud es cálida, es cafecita, es sepia, es de colorcitos como en un pueblito de Chiapas; la etapa de la madurez es más fría, más desaturada, este tipo de atmósfera lechosa como de fotografía Polaroid. Si bien es muy notoria la inclinación hacia los planos abiertos, que son descriptivos, también tiene desarrollos en planos de detalle que corresponden a diferentes intensidades en las escenas.
Daniel Giménez Cacho es Ricardo en su madurez y no sé cómo lo hace, pero todo lo que sale de su boca en escena es verdad: se siente, se vibra, se percibe. No es necesario desarrollar mucho el tema porque es bien conocido, pero este Primer Actor se ha caracterizado por encarnar algunos de los personajes más memorables del cine en México por aventurarse a dotarlos de carácter y fuerza. Esta no es la excepción y sin duda, es el mejor en este casting.
Tessa Ia, quien representa a Rosario joven, es responsable de la mayor parte del candor de este personaje. Se le siente sólida, entusiasta, fuerte y juvenil, como probablemente sea ella misma en la vida real. Su trabajo actoral es de destacarse y, específicamente, esa escena en la que, a manera de Sor Juana, se rapa la cabeza para rebelarse ante toda la presión social que la rodea.
Pedro de Tavira es Ricardo en su juventud. Es un personaje no precisamente sólido, pero tampoco está mal. Hay una especie de contraste en cómo es él y cómo es el personaje en la vida adulta. Tal vez sea intencional y tal vez no, lo que sí es cierto es que se evidencian las fallas de carácter que llevarán al personaje al momento en que termina desde el principio.
El cuarto elemento del casting es Karina Gidi, quien encarna a Rosario en su vida adulta. El trabajo de Karina ha sido elogiado, reconocido y galardonado (ganó el PremioAriel como Mejor Actriz por esta película), sin embargo, a mí no me parece que su participación sea tan magnánima. Por momentos se antoja teatral, medio tibia, medio a fuerzas. Lo que pasa es que va creciendo conforme se desarrolla la película, digamos, que entre peor la pasa Rosario, mejor lo hace Karina, de manera que al final, deja una sensación de satisfacción en general.
Por último, mucho se ha hablado del carácter “feminista” de esta película a partir de un simple dato demográfico: la mayoría de las cabezas de departamento en este crew, fueron mujeres. Y, ¿eso qué? No es que se haya construido de esa forma es que simplemente así sucedió y ha sido un sobre-explotado elemento de cotilleo acerca del statement feminista que la película propone.
Lo cierto es que Rosario Castellanos era una feminista practicante, es decir, no estaba pensando en reclamar a todo el mundo lo que era justo o no, sino que con sus acciones tomaba lo que se había ganado con talento y trabajo. La película no tiene un discurso feminista como tal, al contrario, explora las complejidades de la relación entre dos personas que al paso del tiempo se separaron por cosas mucho menos importantes que el amor. Sería demasiado fácil decir que el personaje de Ricardo es machista por sí mismo, es más bien indolente, inseguro y envidioso, que son antivalores humanos universales.
La película está bien hecha, vale la pena irla a ver al cine, especialmente por el reconocimiento hecho hacia una figura literaria que, aunque siempre vigente, en algunas épocas menos visible que en otras, además, de estar apreciando cine mexicano con un altísimo nivel de calidad.
El hecho es que a todos nos han roto el corazón. Poco importa de dónde vengas, a qué te dediques y quién seas. De esas cosas de las que todos los seres humanos adolecemos es del amor y algunos de nosotros logran traducirlo en una obra artística, en versos, en imágenes, en música o en películas. “Los Adioses” nos recuerda las esencias más básicas de las personas al mismo tiempo que nos permite asomarnos a la vida de Rosario. En cines a partir del 24 de Agosto del 2018.
Los Adioses - Tráiler

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